miércoles, 26 de enero de 2011

Niña Gorda

Hay una niña en mi barrio a la que odio con todas mis fuerzas. Y digo "niña" porque debe tener unos diez años, once a lo sumo. ¿Cómo? -pensaréis, escandalizados- ¡Paulus, eres un Herodes, un insensible, un señor Scrooge de la vida! Noooooo, mis queridos lectores, eso no es verdad. Es cierto que los niños no son mi fuerte, pero tampoco les tengo manía. Digamos que, cuanto más educaditos estén y menos molesten, mejor. Pero vamos, bastante tienen los pobres críos con sus eternos catarros, los deberes de matemáticas, los miedos irracionales y ese conjunto de egoísmos, rencores, traiciones y favoritismos que son las relaciones sociales a esa edad...

A esta niña sí que la odio. Me es imposible no hacerlo. ¿Por qué? Imaginaos que estáis esperando el autobús por la mañana, muertos de sueño y de frío. Imaginaos que lo veis venir, y que os acercáis un poco a la acera para poder entrar cuanto antes. Imaginaos que se abre la puerta... y, en el momento en que estáis dando el paso para entrar, surge de la nada una especie de bólido que os hace perder el equilibrio y se os cuela con toda la cara del mundo, para ponerse a corretear por el autobús buscando el mejor sitio. Este bólido es nuestra niña. Regordeta, mofletuda, invariablemente la veréis vestida de rosa de la cabeza a los pies. Su chándal es rosa, sus coletas son rosas, su enorme anorak es rosa, y hasta el jodido carro de 40 kilos que arrastra (y que, por cierto, le sirve para machacar los tobillos de la gente y que le abran paso) es rosa.

Siempre va con su madre, una mujer alta y delgada que, como suele ocurrir en estos casos, está completamente ciega respecto al vandalismo de su hija. Tal vez sea porque la niña, que está muy bien entrenada, siempre busca sitio para las dos, cosa que me parece un dato bastante significativo. Luego, una vez sentaditas y contentas, la madre saca de su bolso un paquete de galletas y se las va dando, una a una, a lo largo del viaje. Y la criaturita mira al resto de los pasajeros con la satisfacción de quien ha cumplido con su deber, mientras mordisquea su premio.

Os prometo que un día le voy a poner la zancadilla.

5 comentarios:

  1. yo tmabién odio a l@s niñ@s vandálicos consentidos por sus padres. Te aconsejo que le pongas la zancadilla a la hija y seguidamente a la madre, el autobús entero te lo agradecera jaja

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  2. Esa niña es un panzer, no hay zancadilla que valga... sólo espero que el tiempo haga justicia.

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  3. El tiempo siempre hace justicia, pronto le quitará su niñez, su estupidez, incluso su adolencencia e ilusión. Tal como hizo con nosotros.

    Me encanta el fondo del nuevo blog, pero tendrías que agrandar la letra o ponerla en negrita para que se lea mejor.

    Un saludo!

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  4. Jo, Raquel, qué comentario más demoledor...
    Intentaré poner tu consejo en práctica, ¡gracias!

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  5. Cada vez que me encontraba con un adulto plasta, para conseguir aguantar unpoquito más, le decía a mis nervios .. "pero si de niño debía ser una monada"
    ahora me has desmontado el argumento ;O(

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