viernes, 4 de febrero de 2011

Historias de un armario



Antes que nada: jefe, gracias por la idea :)

Yo no sé en otros sitios, pero en mi oficina hay una pared entera llena de armarios, de los cuales uno se utiliza para dejar los abrigos, mientras que el resto se emplean en guardar los archivos, el material de oficina y un largo etcétera de cosas.
Pues bien, este armario no es un armario normal. Ahí dentro pasan cosas y lo digo con toda la seriedad del mundo; ayer mismo mi jefe trató de sacar su abrigo a la hora de comer y, como no salía, estiró hasta que salieron el suyo y el de la becaria nueva, enredados misteriosamente por una de las mangas. ¿Pero qué pasa, que en este armario los abrigos se abrazan o qué? Hala Pablico, ya tienes un post nuevo para tu blog: Abrigos que se abrazan. Palabras textuales, lo juro.

De entrada es un armario miserablemente pequeño para meter los abrigos de las nueve personas que solemos estar trabajando en el Departamento. Y eso sin añadir que el mío es una especie de mole peluda que vale por dos... total, que cuando no se están abrazando, los abrigos se dedican a caerse (especialmente el mío ¿por qué será?) cada vez que alguien abre el armarito de las narices. Y no lo he dicho, pero la puerta, que es de estas correderas que meten un ruido de los mil demonios, está justo a la espalda del escritorio de mi jefe... Imaginad que estáis hablando por teléfono y justo la becaria de turno quiere sacar algo: ¡BRUUUUUUMMM! Lo mejor para unos nervios crispados. En Rectorado deben pensar que la oficina está en una ferroviaria cada vez que nos llaman.

Además de abrigos también hay otras cosas pintorescas dentro. Fiambreras estratégicamente colocadas para caer sobre tu pie al abrir, abrecartas afilados, corbatas para regalar a personas que nunca van a pasar a por ellas, betún negro (lo encontré ayer, y NADIE sabía qué diablos hacía allí) bolsas, bolsos de las chicas, folletos atrasados, latas de cocacola al borde de la implosión... a principios de curso hicimos una limpieza y encontramos un táper lleno de lo que antes de verano habían sido restos de macarrones...

Da igual que hagamos un parte a mantenimiento. Da igual que alguien salga herido por una percha malintencionada, o que lo vaciemos y lo limpiemos a fondo. Ese armario tiene vida propia. Y, desde luego, si a mí me metieran ahí dentro también me abrazaría a la manga más próxima...


4 comentarios:

  1. Olvidas el plátano mutante que encontramos allá por septiembre y la botella de vino dulce peleón marca Belate, que justo me he tomado hoy, después de muchos meses. ¡Sabe horrible! ¡Puaj!

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  2. Métete un día, igual y (sí, "y") llegas a Narnia y todo... Este blog cada vez me gusta más, Pablo. Es bueno tener acceso a tus chorradas sin tener que desplazarse hasta el Faustino o el Shamrock, jaja. Cambia el fondo antes de que alguien se quede ciego (con cariño, ya sabes). ¡Ánimo!

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  3. Vaya Pablo menuda pluma tienes! Es increíble la descripción, tanto que haces que tenga vida propia como el armario. Lo único que te falto es el relato del maniático de tu vecino que no para de sacar y meter abrigos, bufandas, bolsos y hasta cajas en ese armario en pos del orden aparente de la oficina...jajajaj...muy bueno...estoy preparando un comentario que me caracterice para lograr el orden en ese armario...

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  4. Ernesto: sólo A TI se te ocurre llevarte una botella de vino sacada de ese armario a casa y tratar de bebértela.

    Chango: me gusta mi fondo, aunque he puesto la negrita porque no eres el primero que se queja.

    Alejandro: cuanto antes mejor.

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